La descontaminación de las lagunas de Charco Azul y el Pondaje, que cumplen una función ecológica importante para Cali, es un dolor de cabeza para la ciudad desde hace cuarenta años. Ahora, cuando la solución al fin se encontró en un sofisticado sistema de filtrado, aparecieron nuevos enemigos: los ladrones que se roban las piezas y las venden aprovechando que hay quién se las compre. Así se anula la inversión con la que se espera reducir la carga contaminante en estos espejos de agua, parte del sistema de humedales y reguladores hídricos, en especial durante las temporadas de lluvias, para evitar inundaciones en el oriente de la ciudad. El hurto en Charco Azul y el Pondaje tiene el mismo modus operandi del saqueo a las tapas de las alcantarillas para sacarles el hierro, del robo de cableado que afecta los servicios de telecomunicaciones o del de energía que deja a oscuras una semana sí y otra también al túnel de la Carrera Primera. No sería extraño que sean las mismas mafias que negocian con esos materiales, lo venden en los mercados ilegales e incluso los exportan, las que inciten a los ladrones de las lagunas del oriente. Para que las autoridades descubran a los responsables de esos robos y a quienes promueven el negocio ilícito, es necesario el apoyo de la comunidad para que denuncie a los ladrones que ponen en riesgo su vecindario por los pocos centavos que pagan los reducidores.
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