Un grupo de científicos en Alemania han creado el que sería el condensador más pequeño del mundo. Tiene un tamaño menor que el de una mota de polvo, pero a pesar de ello, tiene un voltaje muy parecido al de una batería AAA. Este novedoso dispositivo que almacena energía no solo sirve para su uso en el cuerpo humano, sino que además usa ingredientes importantes en la sangre para mejorar su rendimiento.
Este grupo se encontraba trabajando en condensadores convencionales, pero de muy pequeño tamaño. El desarrollo de este tipo de aparatos es muy complicado de hacer, por lo que los investigadores buscaron hacer uno que pudiera funcionar sin ningún tipo de problema en el cuerpo humano para alimentar pequeños sensores o implantes.
A estos dispositivos se les llama biosupercondensadores. Su construcción comienza con una pila de capas poliméricas intercaladas gracias a un material fotorresistente sensible a la luz que tiene la función de actuar como colector de corriente. Tambien tiene una membrana separadora y electrodos hechos de un material conductor de la electricidad.
Esto se coloca sobre una superficie muy fina que se somete a mucha tensión mecánica, provocando que las distintas capas de desprendan de forma muy controlada y ocupen un espacio diminuto.
Este nuevo aparato es hasta 3.000 veces más pequeño que cualquier otro prototipo hecho anteriormente. Sin embargo, cuenta con la misma carga de energía que una batería AAA, aunque con un flujo de corriente real mucho menor. Existen muchos tipos de pilas con más y menos voltaje, pero este mini condensador llega a tener el mismo voltaje que una pila AAA.
Después de desarrollarlos, se colocaron los dispositivos en solución salina, plasma sanguíneo y sangre. En los tres lugares demostraron con éxito que tenían la capacidad de almacenar energía, aunque en la sangre fue donde fue más eficaz, reteniendo el 70% de su capacidad luego de hasta 16 horas de funcionamiento.
Otro motivo por el que la sangre puede ser el hábitat idóneo para el superbiocondensador es que el aparato funciona con reacciones enzimáticas inherentes y células vivas en la solución para sobrecargar sus propias reacciones de almacenamiento de carga, aumentando su rendimiento hasta en un 40%.
Los científicos también aprovecharon para someter al superbiocondensador a las fuerzas que podría experimentar en los vasos sanguíneos donde el flujo y la presión fluctúan, colocándolos en canales de microfluidos. Las pruebas que se hicieron resultaron ser positivas.
También encadenaron tres de estos aparatos para alimentar con éxito un pequeño sensor de pH, el cual podría servir para colocarlo en los vasos sanguíneos y medir tanto el pH como detectar posibles anomalías que podrían ser indicativo de que el sujeto podría padecer una enfermedad.
Es por ello que esta nueva forma de microelectrónica nueva, flexible y que se adapta sin problemas al cuerpo humano está poco a poco introduciéndose en los sistemas biológicos.