Por: María Fernanda Leaño
¿Y dónde quedó el romanticismo? En una biblioteca empolvada, quizá. En quotes inspiracionales caption en Instagram, dentro de una realidad virtual que ni siquiera existe, una frase espiritual acompañada por fotos de algún sujeto subiendo a un jet privado (de un amigo), o debajo de una galería-catálogo virtual con fotos en bikini, quizá está en aquel nuevo filtro que hace que tu piel luzca perfecta.
No lo sé, quizá desapareció junto con las serenatas que se dice que existieron. O en las épocas que no existía el celular, pero raramente en las apps, ya que hoy en día el flirteo está formado de gratificación instantánea (todo rápido, fugaz). Un te veo, clic, like, me gustas: hablamos, quizá nos vemos una noche o un mes, máximo dos, pero no eres, ya que hay más “tús” en redes que probablemente son mucho mejor que tú, siempre hay un next best thing. Somos la generación insaciable.
Seres digitales en un cuerpo humano, el cual desde antaño ha necesitado de amor y compañía, pero ya no sabemos dónde encontrarlo. Quizá tenemos algun@ compañer@ para evitar la soledad o de adorno para que vista nuestras redes, ya que un cuerpazo o un sujeto con relojes de oro están a un clic de distancia, y envidia colectiva, viajes, yates, lujo. Perfección. Pero, un “gran pero, es que realmente en el fondo, casi tod@s se sienten vacíos en el mundo real, mientras inventamos una perfecta realidad virtual y traemos una pequeña computadora anexada en la mano”.
Y es que TODOS utilizamos las redes para impulsar algún proyecto personal, incluso, ¿por qué no decirlo? lo hacemos por autopromoción. El tema es que también existen algunos, (casi en mayoría) quienes muestran un carácter distinto a lo que realmente son en el mundo físico. Por ejemplo, parecen ser gente segura de sí misma, rica o simpática, y pues en persona son tímidas e inseguras, imperfectas físicamente como todos lo somos y los objetos de lujo son ajenos. Además, tristemente estamos en un momento de Digital Nomads, donde la gente busca obtener riquezas sin el mayor esfuerzo, y es que una cosa es la autopromoción y otra muy distinta es el trabajar duro para conseguir el éxito, lo cual requiere disciplina y perseverancia en el mundo real o quizá en negocios digitales, los cuales no necesariamente son aplicaciones sociales donde se comparte cada instante “instagrameable”.
Hay quienes ya tenemos quizá otras inversiones por ahí no expuestas en redes, las cuales sirven de colchón para hacer osadías en redes, pero los negocios están acá, en la vida, así también hay tantas personas buscando salir por ahí en algún medio y ser descubiertos, claro, eso ha pasado, pero no es algo muy común, es honestamente raro y, bueno, volviendo al tema del amor, pasando los 2000 y con la creación de Facebook, Tinder, Instagram, TikTok y various social media platforms, estamos viviendo una actual crisis, en la que se ha perdido el sentido de conquista. Al conocernos físicamente y al ver un defecto, real, ya que virtualmente se cubren: next comes a bye, ciao, next. Y así nos la vivimos, ya que la perfección no existe, “¡ah!, sólo en en redes”. Entonces, ¿el amor está en extinción?
Bueno, habría que definir qué significa el amor hoy en día, será, quizá para algunos caballeros, traer junto a ellos alguna modelo o bella dama bastante instagrameable, alguien que le vista, que digan: ¡Wow!, ¿cómo le hizo Pedro para agarrarse a esa mamasitaashhhh?, y pues Pedro la conoció en Instagram y la invitó a la playa en el jet de su amigo, le compró una bolsa Gucci y la lleva a buenos restaurantes los sábados, a veces a la playa, ella se quiere casar con Pedro para mantener esa vida, pero quizá aún se reúne con don Juan, quien es amigo del papá de Pedro, pero como ya es abuelo y casado, es discreto, es una figura paterna para aquella chica y la ayuda cuando está en apuros, es tan tierno. Y bueno, Pedro es un “padrote” imagínate el llavero que trae de accesorio. La futura “madre de sus hijos”. Y ¿qué sucederá cuando ella envejezca y ese cuerpo en bikini pierda la figura?, ¿tendrán cosas en común?
Así igualmente las chicas buscan “juniors” o magnates para presumir “la gran vida en social media” cuando en realidad tienen dificultades hasta para pagar su renta. Entonces tenemos a Lupita, es blogger, ella llama y manda emails a los publirrelacionistas de las marcas de lujo, cuenta con la palomita azul en redes y tiene muchos seguidores, le prestan bolsos, zapatos y atuendos de lujo, la invitan a viajes para que los suba a sus redes y, obviamente, dice que gana millones por trabajar con las marcas cuando realmente gana en especie: le regalan viajes y “productos” por publicarlas en un unboxing.
Mas Lupita busca marido rico, pero el rico ya está ocupado con Miss Colima o una aspirante a Top model rusa, Lupita es famosa en redes y la siguen chicas que buscan tener su lifestyle. Entonces, Lupita ingresa a algún Dating App. Digo ya no sería Tinder, ése es cosa del pasado, utilizaría algo tipo Raya. Y ahí encontraría a varios tipos guapos subiendo al jet privado (de su amigo) probablemente, porque el rico de su compadre no quiere que lo secuestren, entonces su “groupie” pretende ser el magnate. Lupita sale con un amigo de Pedro, a quien conoció en la app, van a cenar, él la ve y se desilusiona en los primeros 5 minutos, ya que no luce la cinturita que sale en sus fotos, ni la piel perfecta, ni mucho menos la seguridad en ella misma que refleja en “sus shootings”, mientras Lupita se ha fijado que él no llegó en Mercedes y en el primer minuto notó que no trae un Rolex, entonces tampoco emerge el mínimo esfuerzo por impresionarlo, hasta que él, egocéntricamente decide que “pues no hay más”, y ya estando ahí, pide una botella de vino caro, y le empieza a aplicar el name dropping, yo conozco a tal (obvio con apellido) y tal es mi amigo, siempre vamos a Miami y a Europa, tal, tal y yo. Estamos haciendo negocios millonarios blah, blah, y yo.
Soy un hombre sencillo, cero pretencioso, continúa, no me gusta usar reloj, no me vayan a asaltar, entonces Lupita piensa, bueno, feo no es, y terminan en la cama, para no volverse a ver más que toparse en eventos sociales los dos intentando trepar la escalera hacia el poder. Se esquivan al verse y hacen como que no se conocen. Quizá se saludan fríamente. Sólo se ven en “historias en insta”. Listo. Se dice, que antes la gente se trataba, digo, había el tiempo para hacerlo, tipo, salir, ir al cine, (no Netflix y Chill), platicar, pasaba el galán por la chava, y la mamá de ella salía, dándoles hora de llegada, y bueno, pues la llevaba a horas decentes a casa para quedar “bien con los suegros”. Quedaba de hablarte a tu casa, ella pegada al teléfono no salía esperando su llamada, entonces ring, ring, papá contestaba, y ella pedía privacidad: “Cuelga, papá, estoy hablando”.
¿Será que nuestros padres tienen razón? ¿murió el romanticismo debido a nuestra falta de tiempo para conocerlos, para realmente enamorarnos del alma? ¿quizá contarnos nuestros proyectos y visiones de aquí a la vejez? Buscar similitudes en educación y cultura para coincidir a largo plazo, ser compañeros románticos y a la vez mejores amigos, y contar con la misma proyección sobre la crianza de los hijos y el matrimonio, en lentamente encintar lo que buscamos, (eso si es que hoy en día realmente lo sabemos). Ya ves cómo somos los artistas/escritores, todos y cada uno de nosotros, parezca o no, somos románticos empedernidos. Algún par de veces salí con un par de personas de Dating Apps en NYC “estaban de moda” y literal ese par me dijeron: “Eres guapa, qué haces aquí en el app, ¿Algo tienes mal o por qué te conozco por aquí?” A lo que respondo, igualmente, tú estás aquí también, resultó un caos y bueno, mejor me salí de esas cosas, las cuales a mí personalmente no me sirvieron más que para pasar el rato en una cena o desesperados por casarse, y un taxista de acuerdo con Trump, al cual casi cacheteo. Muchos me dicen: “Eres muy guapa, debes tener una fila de hombres buscándote”, y pues ya ven los que me leen siempre que peco de seguridad en mí misma, así que les respondo: claro que tengo una fila detrás de mí. Lo que pasa es que no es concurso, ellos no son para mí y no voy a estar con alguien hasta que encuentre a la persona indicada; con intereses en común, como la cultura, por ejemplo, se sorprenden y me preguntan: “¿Para ti, que simboliza la persona indicada?”, “¡ah, es fácil!”, respondo, “que no he conocido muchos hombres inseguros, como los de la fila de galanes quienes piensan, la pondré en una jaula sólo para mí, pa’ que me atienda y críe a los hijos, mientras yo trabajo y me divierto”. Porque parezca o no, el machismo sigue existiendo a nivel global. Aunque la mujer luche por derechos.
El patriarcado sigue reinando, menos, pero ahí está. También hoy en día es difícil para los hombres encontrar mujeres bonitas y con educación y clase, que sean divertidas y a la vez afines a ellos, por lo que optan por interesadas, quizá incultas, pero amenas y de buen ver. Así que repito. ¿Dónde está ese amor del que cantaba Pedro Infante? ¿extinto? ¿murió con Romeo y Julieta? Who knows… yo sigo viendo fotos “fingidas de hombres hincados con paparazzi atrás y la chava haciéndose la sorprendida con manos en la cara (no está sorprendida, ya sabía del anillo)”. Pero no nos confundamos, el romanticismo no es compañía, es conquista continua. Amor que duele. Complicidad. Arte. Y pues en fin, mientras toda esta revolución de la extinción del romanticismo continúa, disfruto mis noches sola leyendo a autores clásicos, de esos que ven al amor como tema de vida o muerte.
Encontrando al amor entre las páginas de los libros empolvados de mi librero, enamorada de autores ya muertos. Anhelando el extinto romanticismo, sin conformarme con simple “compañía”. #theworldasmybackyard
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